Parches para diabéticos
que suministran la dosis necesaria, lentillas con vitamina E para
tratar el glaucoma, sensores que se dibujan en la piel para medir los
niveles de glucosa, tatuajes electrónicos, relojes y pulseras que
monitorizan los latidos del corazón... Un mundo de dispositivos
inteligentes, los llamados wearables, que vienen a cuidar de nuestra
salud y bienestar. Ninguna empresa electrónica quiere ya quedarse al
margen, aunque esta tecnología no sabe aún cómo instalarse entre
el médico y el paciente.
Tinta enzimática que permite dibujar un sensor en la piel para detectar el nivel de glucosa en sangre. Universidad de California (San Diego)
Mucha exploración,
también muchos obstáculos y varios puntos de controversia es lo que
hay en el entorno de los wearables para salud. Estos dispositivos que
extraen del cuerpo humano datos biométricos no tienen mucho más de
un lustro y ya se perfilan como ayudas complementarias al
autocuidado. Sin embargo, los expertos reconocen que “aún carecen
del grado de fiabilidad suficiente” como para ser prescritos por un
médico, señala Ignacio Martínez Ruiz, del Instituto de
Investigación en Ingeniería de Aragón (I3A) y coordinador de
eSalud en el grupo de investigación HOWLab.
Aunque las nuevas
generaciones vienen ya preparadas para utilizar los wearables (un 12%
va a comprar un dispositivo este año para fitness, de entre los
24.000 consumidores incluidos en el último Informe Accenture), en el
campo de la salud encuentran varios problemas. Uno de ellos es la
interoperabilidad de sistemas. “Es cierto que el internet de las
cosas, lo que también se llama machine to machine, salva muchos
problemas de comunicación -explica Martínez Ruiz-, porque los datos
son enviados por el propio dispositivo, sin participación del
usuario, pero luego está el problema de la bidireccionalidad”.
Un sorprendente ejemplo de
wearable de salud: el grupo de nanoingeniería que lidera Joseph Wang
en la Universidad de California, en San Diego, ha creado una tinta
enzimática para, con un dispositivo en forma de bolígrafo, dibujar
un sensor en la piel que detecta el nivel de glucosa en sangre. Es un
sencillo test para diabéticos. A modo de tatuaje, la tinta permanece
un tiempo sobre la piel y consigue transmitir los datos a un
dispositivo electrónico de medición de glucosa por Bluetooth.
Útiles, no fiables aún
El intercambio de
información médica trae de cabeza a los ingenieros, porque hay que
capturar grandes cantidades de datos de la monitorización del
paciente, del estilo de vida, la actividad, consultas médicas,
pruebas de laboratorio... En este contexto, los problemas legales de
protección de datos que también suscitan los wearables son “un
mal menor”, según Martínez, miembro también del Foro Nacional de
Interoperabilidad en Salud. Aún hay muchas cuestiones elementales
que resolver. Para empezar, la fiabilidad.
Los wearables que ya están
en el mercado pueden servir de complemento en prevención y en
supervisión de enfermedades crónicas. Pero aún los médicos no los
prescriben. Es en el mundo del deporte donde estos dispositivos,
sobre todo en forma de pulseras, van camino del éxito. Su
proliferación y la expectación que despiertan han quedado
demostradas en los congresos de electrónica y móviles; y en el
hecho de que esta tecnología ligada a la salud tenga ya congreso
propio, celebrado el primero en Madrid en 2014.
Aunque la infraestructura
wearable esté, por tanto, incompleta para servir a la medicina,
algunos profesionales de la salud apuestan ya decididamente por esta
tecnología 'llevable'. Es el caso de Antonio Gómez Centeno, de
Reumatología del Hospital Parc Tauli de Sabadell, quien califica de
“muy útil” el empleo de wearables, “porque -dice- nos permiten
introducir datos en un sistema informático sin utilizar las manos”.
Otros médicos, sin embargo, prefieren no sobrevalorarlos, como el
cirujano Julio Mayol, que en el primer Congreso de Wearables en Salud
vino a decir que con lo que ahora tenemos no vamos a ningún sitio.
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