El
bueno de Herschel construyó su telescopio gigante con asiento
incluido, desde el que divisar cómodamente los objetos celestes. Era
una silla de madera que se subía y bajaba con un sistema de poleas,
donde el célebre astrónomo alemán pasaba largas horas observando
estrellas, cometas, planetas... Incluso le subían la comida hasta
allá arriba. Uno puede imaginárselo de maravilla al contemplar la
gigantesca réplica del telescopio de Herschel que muestra a sus
visitantes el Real
Observatorio de Madrid.
Foto: Álvaro Ibáñez
Esta
réplica ha sido colocada en el mismo lugar en el que hubo, hace más
de dos siglos, un auténtico telescopio de Herschel, el primero que
llegó a España, en 1803, adquirido por el Observatorio e instalado
en la oscuridad del extrarradio madrileño. Qué pena que durara sólo
cinco años, aun sin chip de obsolescencia. En 1808 lo destruyó la
guerra.
Aquel
valioso gigante estaba en la misma explanada en que hoy se alza la
réplica. Al aire libre. En uso permanente. Por aquel entonces, en la
colina que corona la Cuesta del Moyano no había luces, no había
ciudad siquiera. Era el prado que dio nombre al museo, tan próximo
al Observatorio.
El
arquitecto Juan de Villanueva acaba de construir a las afueras de
Madrid el corredor de las ciencias. El Museo del Prado, originalmente
Academia de Ciencias, el Jardín Botánico y el Real Observatorio.
Tantas estrellas se contemplaron desde allí... Pero esto sí que
cuesta hoy imaginarlo, en pleno centro urbano. Por eso, la réplica
es sólo de exhibición, aunque Francisco Colomer, director del
Observatorio, asegura que funciona.
A
la réplica le han construido un edificio alrededor, todo de
cristaleras, para su seguridad. Y aunque desde ahí ya no se mira al
cielo, muchos astrónomos trabajan actualmente en este precursor
centro de astronomía.
Se
puede visitar los fines de semana, incluido el viernes por la tarde.
Sus paredes hablan. Cuentan historias de astronomía, de tierras
lejanas, tiempos oscuros, hallazgos luminosos y batallas que hicieron
avanzar la ciencia. Como la que libraron relojeros y astrónomos por
conseguir un método para medir fácilmente la longitud de la Tierra
y que no se perdieran por mar tantos hombres y mercancías.
Y
es que "mirando al cielo, puedes saber en todo momento dónde te
encuentras; pero siempre que sepas la hora". Colomer es quien
cuenta las historias. Disfruta haciendo de anfitrión entre tantos
instrumentos de astronomía, geodesia y geofísica. Hay astrolabios
de 1800, teodolitos, un péndulo de Focault, espejos de Herschel, de
otros telescopios gigantes, el gravímetro de péndulo que midió por
primera vez el valor de la gravedad en España, un clisímetro, un
sismoscopio y un círculo azimutal.
Y
más aún. El Real Observatorio de Madrid tiene un buscador de
cometas de 1850, un espectrógrafo, esferas lunares que aún
desconocen la cara oculta, un mareógrafo, un heliótropo, varias
linternas geodésicas... Visitas guiadas que son auténtica delicia.
Foto: Fanattiq